Javier Castillo Díaz pertenece a la sexta generación de su familia dedicada a la reparación y restauración de relojería. Sus 36 años dedicados al oficio de relojero le han permitido trabajar con relojería mecánica y monumental de muy diversas características, lo que le ha permitido… intervenir en casi 500 relojes de todo el territorio español.
Realiza todos los trabajos de manera artesanal y para ello emplea principalmente la forja, el torno, la fresa y el ajustador.
Casi todos los trabajos de restauración comienzan con la limpieza del reloj. Tras el desengrasado, la eliminación del óxido, la limpieza y el pulido de las piezas, Javier comprueba la magnitud de los desgastes y los ajustes necesarios. A continuación realiza un reportaje fotográfico de las piezas y mide los desgastes con el calibre. En la mayoría de los casos, tiene que rehacer casquillos, dientes y ruedas a base de fundir bronce. También domina técnicas de forja que emplea para fabricar el eje del piñón, de hierro dulce.
Javier ha introducido algunas mejoras en el proceso de sus trabajos. Él mismo ha inventado un líquido no abrasivo que emplea para desengrasar, limpiar y pulir las piezas.
Hay que señalar que la logística que conlleva este oficio es muy compleja, ya que gran parte de las restauraciones son de relojes de torres de iglesias y monumentos con un difícil acceso.
Apasionado de la relojería, Javier cuenta además con una colección de relojes y despertadores.
Javier aprendió el oficio en el taller de su padre en Tarancón (Cuenca).
Le gustaría enseñar el oficio a futuras generaciones, pero encuentra dificultades y falta de apoyo para poder combinar la docencia con el propio trabajo.
Ha restaurado el Papamoscas de Maeztu en Vitoria, el reloj de la Catedral de Sigüenza, el reloj del torreón de la muralla de Buitrago de Lozoya (Madrid), y otros muchos en Toledo, como el reloj del Palacio de Tavera.